Contra la ETA. Por la Justicia y la Dignidad

Soy concejal del Ayuntamiento de Sevilla. Del mismo Ayuntamiento del que formó parte Alberto Jiménez Becerril. Su sangre y la de Ascen siguen presentes en la memoria de todos los sevillanos. Y yo no puedo permanecer callado ante la infamia que ayer se cometió. Quizá Monteseirín pueda callar o incluso respaldar la decisión del gobierno de Rodríguez Zapatero. Pero yo no puedo callar: ni mi conciencia nacionalista y de izquierdas, ni mi lealtad a la memoria de las víctimas del terrorismo lo permiten. Tengo ahora la sensación que la sangre derramada de cientos de españoles, de guardias civiles y policías andaluces sacados de sus pueblos y enviados al País Vasco, de niños inocentes, de madres que no verán crecer a sus hijos, de hijos que no verán envejecer a sus padres, no ha servido para nada.

Esta decisión del gobierno no sólo falta al respeto y a la dignidad de las víctimas de ETA sino a todos los que han dado su vida por la construcción de un Estado de Derecho, de un Estado democrático, al ceder al chantaje terrorista.

Cuando un estado democrático cede al chantaje de una organización criminal está proclamando que está dispuesto a abandonar definitivamente lo que debe ser su objetivo: hacer que en esta tierra reinen la libertad, la justicia, la igualdad y la paz. Y está, además, robándole la esperanza a todos sus ciudadanos. El gobierno de Rodríguez Zapatero cometió ayer el más terrible error que un gobierno democrático de España ha podido nunca cometer. Pero lo peor de todo es que ese error prolongará sus secuelas durante muchos años, quizás, desgraciadamente, para siempre.

Somos un Partido progresista, el único partido de izquierdas que se opone a esta decisión. Queremos protestar contra lo que se ha hecho y hacer público que en estos momentos graves y dolorosos nuestro pensamiento está con la víctimas del terrorismo y lo vamos a hacer con los medios que tenemos a nuestro alcance: vamos a permanecer las próximas veinticuatro horas encerrados en el Ayuntamiento de Sevilla, en la Casa Grande de todos los sevillanos, que hace ahora nueve años fue epicentro del dolor de Sevilla.